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En un primer momento, los agentes de la Policía Municipal de San Cristóbal de La Laguna fueron los encargados de instruir las primeras diligencias de aquel caso. En la toma de declaración del vigilante del recinto, éste informó de que el animal había aparecido con un orificio en su costado y separado de la cadena que lo sujetaba. Cuatro días más tarde, otro perro de similares características apareció con dos orificios en su cuerpo.
Según las primeras declaraciones, por esas heridas presuntamente, según algunos testimonios, se le había extraído la sangre y algunas de sus vísceras. Tiempo después se sabría que esto tan solo fue una especulación sin fundamento, como pudo constatar posteriormente la policía. Un tercer perro mutilado, de nombre Benito, fue la puntilla al terror de los vecinos, que durante esos días se había acrecentado. Se trataría del único perro que sobrevivió a estos ataques.
Presentaba las mismas lesiones, o al menos, parecidas. Unos orificios en su costado eran los únicos testigos mudos de lo que había ocurrido. Sin embargo, es precisamente estas heridas las que crearon más opiniones. Desde un inicio se aseguró que las lesiones eran precisas como si se trataran de intervenciones quirúrgicas y que éstas estaban cauterizadas. Pero la verdad es que ni eran regulares, ni estaban cerradas artificialmente. Este rumor permitió que se extendiera como la pólvora que los ataques eran fruto de unos extraños visitantes. No hay que olvidar que la década de los 70 y 80 fue el período dorado para los creyentes en los extraterrestres.
La propagación
Los siguientes días se convirtieron en un auténtico caldo de cultivo para la histeria, ya que la aparición de cualquier animal muerto y mutilado era atribuido al mismo ser que había ocasionado la muerte de esos perros en el barrio lagunero. Un cerdo en Guamasa que fue hallado por su propietario con unas extrañas heridas en el hocico y en el rostro acrecentaron el temor, logrando que los periodistas que cubrieron el caso prestasen atención a un hecho que nada tenía que ver con las muertes iniciales.
Pronto se hablaría de un animal legendario, cuya creencia había nacido en Latinoamérica, al que llamaban el chupacabras, por su “especial interés” por los rebaños de cabras, vacas y demás. Los rumores llegaron a un punto crítico, al extenderse la creencia de que durante esos días había aparecido también el cadáver de un joven con esas mismas lesiones y completamente desangrado. Por supuesto, esto no fue más que una historia sin fundamento, de la que jamás se comprobó su veracidad.
La policía se pronuncia
Después de múltiples especulaciones, a las que lo medios de comunicación de la época contribuyeron de manera decisiva, el misterio pareció llegar a su fin el 19 de mayo. Ante el grado de expectación, el Cuerpo Nacional de Policía convocó en una reunión informativa los medios de comunicación, en un hecho con muy escasos precedentes durante aquellos años de la transición en Canarias.
Se intentaba de esta manera calmar los ánimos y diluir el incipiente estado de alarma social. Según la versión oficial, “en la noche, un individuo se acerca hasta el perro, que permanece atado a la cadena y le mata; posteriormente le saca el collar del cuello y, levantando el animal, lo traslada hasta treinta metros de distancia para depositarlo tras un coche.
Luego, antes de que amanezca, las ratas se acercan hasta el cuerpo inerte del perro y, abriendo un agujero en su piel, le comen ciertas partes de sus órganos”. En el caso del cerdo de Guamasa, habría sucedido algo similar. Tras el óbito del animal por muertes naturales, se habrían cebado con su cuerpo ratas “de gran tamaño”, devorando uno de los ojos y parte del hocico. Según se aclaró en la reunión, en la zona existían ratas de hasta un kilo de peso. El hecho de que en los alrededores no existieran sangre se podría explicar por la acción de esos roedores.
Leyenda importada
La alarma social que despertaron en su momento estos hechos solo se puede entender si analizamos una serie de factores que entraron en escena. La atribución sobrenatural por parte de la opinión pública al autor de las matanzas de Taco venía condicionada, por un lado, por un antecedente fundamental. Tan solo dos meses antes, el 5 de marzo de ese año, miles de canarios fueron testigos de un sorprendente fenómeno en el cielo al que se le acuñó el término ovni.
La observación de una espectacular luminosidad emergiendo del mar acaparó portadas de periódicos y sirvió para consolidar la idea de que Canarias era un archipiélago mágico pese a que, ya desde aquellos días se resolvió el enigma estableciendo como causa unas pruebas balísticas con misiles disparados desde submarinos en el Atlántico.
El hecho de que a la vuelta de la esquina de aquel curioso suceso tuviera lugar este otro, no menos inquietante, permitió establecer algunas conexiones, arguyendo algunos que estas muertes podrían ser cosa de ovnis también. Por otro lado, tal como se ha mencionado anteriormente, ya a mediados de aquellos años 70, se estaba generando un poderoso mito en Sudamérica que inevitablemente acabó siendo importado a las islas: el del Chupacabras.
A raíz de una serie de extrañas muertes de animales de granja acaecidas en Puerto Rico, los investigadores y periodistas de aquel país recogieron testimonios que hablaban de animales eviscerados y desangrados en los campos, que apenas opusieron resistencia a sus su muerte, tal y como se dijo sobre los perros de Taco. Hasta el FBI llegó a estudiar, sin obtener conclusiones, al Chupacabras.
fuente y credito a www.diariodeavisos.com
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