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¿Creías que te habías olvidado de aquella vieja canción y de repente empezaste a tararear su letra como si la estuvieses escuchando? Lo primero que pensamos cuando nos ocurre esto es que tenemos, como se suele decir, “una memoria de elefante”. Sin embargo, paradójicamente, nos damos cuenta de que no podemos recordar prácticamente nada de ese tema nuevo que escuchamos con bastante regularidad en la radio. ¿Qué pasa con nuestra memoria? ¿Cómo reconoce el cerebro las canciones?
La música como vivencia activa y pasiva
A grandes rasgos, es muy probable que hayamos “recepcionado” y “vivido” las dos canciones de distinta forma y que, como es común, no nos percatemos de estos detalles. Queremos decir que, casi con seguridad, con aquel viejo tema se activa el denominado efecto de producción sobre la memoria.
Se trata de un mecanismo que produce el cerebro cuando hemos reproducido una pieza musical u alguna otra creación de forma activa. Para que se entienda con pocas palabras: además de gustarnos mucho y asociar momentos bonitos de nuestra vida con aquel viejo tema, cada vez que lo hemos escuchado, lo hemos cantado, algo que no hacemos en el presente con el nuevo tema musical. La valoración científica es que al viejo tema lo experimentamos de forma activa, mientras que al reciente, lo hacemos pasivamente.
La intervención del sistema motor del cerebro
¿Cómo afecta la música al cerebro? Investigadores de la Universidad McGill, de Montreal se propusieron estudiar cómo reconoce el cerebro las melodías familiares. Para ello, los científicos reclutaron a 20 pianistas expertos de Lyon, Francia y les pidieron que escuchasen y aprendiesen unas melodías sencillas.
Sin embargo, propusieron que algunas se escuchasen de forma pasiva, mientras que otras debieron aprenderlas mientras las interpretaban al piano. Los científicos sabían que en esta segunda modalidad intervenían elementos como la planificación cerebral y la ejecución mediante los movimientos de los dedos sobre el teclado. Por último, los investigadores hicieron escuchar las melodías a los pianistas, pero con algunas variaciones en notas y tonos.
Con todos los datos de ondas cerebrales sobre la mesa, el primer autor del estudio, el estudiante de McGill, Brian Mathias, reveló que los participantes reconocían con mucha más facilidad los cambios introducidos en aquellas melodías que habían interpretado y aprendido con la compañía del piano, es decir, de forma activa. Los resultados también permitieron asegurar que la clave de esta solidez de la memoria para recordar algunas melodías está directamente relacionada con el involucramiento del sistema motor del cerebro en el proceso de escucha.
En este sentido, Mathias afirmo:
“El cerebro compara con rapidez la información auditiva entrante con la información motora almacenada en la memoria, lo que nos permite reconocer si un sonido es o no familiar”.
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