El análisis de virus de herpes simple nos permite deducir cómo fueron las grandes emigraciones humanas del pasado.
La Historia no puede ayudar a saber cómo fue el comportamiento de las sociedades humanas antes de la invención de la escritura y la Arqueología sólo nos puede ayudar a desvelar algunos aspectos de esos tiempos, aunque lo que nos dice siempre es interesante. También la Paleoantropología trata de entender los tiempos humanos más remotos. El caso es que para algunos problemas estas disciplinas no nos proporcionan soluciones claras. ¿El continente americano fue colonizado por gentes que cruzaron a pie lo que ahora es el estrecho de Bering o fueron polinesios los que llegaron en barca cruzando el Pacífico por aguas más cálidas? Las ciencias “duras” pueden ayudar y ayudan a aclarar enigmas como este. Ya lo han hecho en el pasado y ahora lo hacen de nuevo fijándose en algo tan curioso como la genética de las infecciones virales.
La Genética nos permite estudiar las grandes emigraciones humanas del pasado. Esto era algo que hasta ahora se había hecho con el genoma humano, pero también se puede hacer con los virus que nos han infectado desde entonces. En un estudio reciente, realizado por Curtis Brandt (UW-Madison) y sus colaboradores, se han analizado genéticamente muchas muestras del virus del herpes simple o HSV-1. Este virus no suele tener consecuencias severas sobre los humanos que son infectados, lo que permite una gran difusión del mismo. Se transmite fácilmente a través del contacto, los besos o la saliva y tiende a extenderse por las familias. Además presenta distintas cepas que pueden ser caracterizadas genéticamente de manera sencilla. Esto implica que los individuos que han coexistido dentro de un mismo territorio durante un tiempo tienden a ser infectados por cepas específicas. Este virus tiene además la particularidad de que es fácil de recolectar y de tener un genoma muchísimo más simple que el genoma humano, lo que hace que el coste de su secuenciación sea asequible.
De ahí la elección de este virus en concreto para este tipo de estudio. Estos investigadores han descubierto que las cepas del lejano Oriente son similares entre sí, y lo mismo se puede decir de las cepas africanas, europeas o americanas. Además, el transcurso del tiempo va introduciendo cambios (mutaciones) en los virus que permiten recrear la historia y vicisitudes por las que han pasado. Se puede así reconstruir el árbol filogenético de estos virus, que se puede relacionar además con la geografía. Analizando estas cepas y los cambios sufridos en las mismas, estos investigadores han podido confirmar lo que ya se había postulado gracias a estudios del genoma humano y han conseguido describir cómo fueron las grandes emigraciones y colonizaciones del pasado. Este estudio, por tanto, nos dice lo mismo que ya decían los estudios del genoma humano y la Antropología: que nuestros antepasados directos surgieron en África hace entre 150.000 y 200.000 años, que emigraron hasta Oriente Medio y desde allí se extendieron hacia el resto de Asia y hacia Europa. Los casos de virus de cepas asiáticas en América, que afectan principalmente a nativos americanos, se explican por la emigración de personas procedentes de ese continente hacia América a través de Beringia hace unos 15.000 años, cuando en esa región no había agua gracias a que a glaciación se daba en ese momento y en ciertas épocas no había hielo.
También se ha encontrado un “cuello de botella” en la variabilidad del virus entre África y el resto del mundo, lo que viene a significar que fue un pequeño grupo de personas la que emigró desde ese continente al resto. Aunque ya se habían realizado estudios de este tipo sobre el virus del herpes simple, estos se circunscribían a sólo un pequeño conjunto de genes. En este nuevo estudio se han analizado una gran cantidad de datos de 31 genomas distintos. Además del valor aportado al conocimiento básico, este estudio puede ayudar a combatir mejor la enfermedad en los pocos casos en los que estos virus logran infectar el cerebro y acabar con la vida del paciente. Gracias a este tipo de estudios se puede intentar saber por qué estos virus son tan peligrosos y elaborar defensas contra ellos. En todo caso, se trata de un estudio bonito que relaciona cosas tan dispares como las infecciones víricas y las grandes emigraciones de nuestro pasado. Al fin y al cabo, la ciencia no es más que la herramienta que usamos para entendernos mejor a nosotros mismos y lo que nos rodea.
fuente y credito a neofronteras.com
La Historia no puede ayudar a saber cómo fue el comportamiento de las sociedades humanas antes de la invención de la escritura y la Arqueología sólo nos puede ayudar a desvelar algunos aspectos de esos tiempos, aunque lo que nos dice siempre es interesante. También la Paleoantropología trata de entender los tiempos humanos más remotos. El caso es que para algunos problemas estas disciplinas no nos proporcionan soluciones claras. ¿El continente americano fue colonizado por gentes que cruzaron a pie lo que ahora es el estrecho de Bering o fueron polinesios los que llegaron en barca cruzando el Pacífico por aguas más cálidas? Las ciencias “duras” pueden ayudar y ayudan a aclarar enigmas como este. Ya lo han hecho en el pasado y ahora lo hacen de nuevo fijándose en algo tan curioso como la genética de las infecciones virales.
La Genética nos permite estudiar las grandes emigraciones humanas del pasado. Esto era algo que hasta ahora se había hecho con el genoma humano, pero también se puede hacer con los virus que nos han infectado desde entonces. En un estudio reciente, realizado por Curtis Brandt (UW-Madison) y sus colaboradores, se han analizado genéticamente muchas muestras del virus del herpes simple o HSV-1. Este virus no suele tener consecuencias severas sobre los humanos que son infectados, lo que permite una gran difusión del mismo. Se transmite fácilmente a través del contacto, los besos o la saliva y tiende a extenderse por las familias. Además presenta distintas cepas que pueden ser caracterizadas genéticamente de manera sencilla. Esto implica que los individuos que han coexistido dentro de un mismo territorio durante un tiempo tienden a ser infectados por cepas específicas. Este virus tiene además la particularidad de que es fácil de recolectar y de tener un genoma muchísimo más simple que el genoma humano, lo que hace que el coste de su secuenciación sea asequible.
De ahí la elección de este virus en concreto para este tipo de estudio. Estos investigadores han descubierto que las cepas del lejano Oriente son similares entre sí, y lo mismo se puede decir de las cepas africanas, europeas o americanas. Además, el transcurso del tiempo va introduciendo cambios (mutaciones) en los virus que permiten recrear la historia y vicisitudes por las que han pasado. Se puede así reconstruir el árbol filogenético de estos virus, que se puede relacionar además con la geografía. Analizando estas cepas y los cambios sufridos en las mismas, estos investigadores han podido confirmar lo que ya se había postulado gracias a estudios del genoma humano y han conseguido describir cómo fueron las grandes emigraciones y colonizaciones del pasado. Este estudio, por tanto, nos dice lo mismo que ya decían los estudios del genoma humano y la Antropología: que nuestros antepasados directos surgieron en África hace entre 150.000 y 200.000 años, que emigraron hasta Oriente Medio y desde allí se extendieron hacia el resto de Asia y hacia Europa. Los casos de virus de cepas asiáticas en América, que afectan principalmente a nativos americanos, se explican por la emigración de personas procedentes de ese continente hacia América a través de Beringia hace unos 15.000 años, cuando en esa región no había agua gracias a que a glaciación se daba en ese momento y en ciertas épocas no había hielo.
También se ha encontrado un “cuello de botella” en la variabilidad del virus entre África y el resto del mundo, lo que viene a significar que fue un pequeño grupo de personas la que emigró desde ese continente al resto. Aunque ya se habían realizado estudios de este tipo sobre el virus del herpes simple, estos se circunscribían a sólo un pequeño conjunto de genes. En este nuevo estudio se han analizado una gran cantidad de datos de 31 genomas distintos. Además del valor aportado al conocimiento básico, este estudio puede ayudar a combatir mejor la enfermedad en los pocos casos en los que estos virus logran infectar el cerebro y acabar con la vida del paciente. Gracias a este tipo de estudios se puede intentar saber por qué estos virus son tan peligrosos y elaborar defensas contra ellos. En todo caso, se trata de un estudio bonito que relaciona cosas tan dispares como las infecciones víricas y las grandes emigraciones de nuestro pasado. Al fin y al cabo, la ciencia no es más que la herramienta que usamos para entendernos mejor a nosotros mismos y lo que nos rodea.
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